De Ignacio Castillo en 'La Opinión'
Por Ignacio A. Castillo
Manolo Picasso era uno de esos personajes entrañables y queridos del mundo de las cofradías y hermandades de esta ciudad, que hoy está un poco más cerca de su Virgen de la Esperanza, si es que alguna vez estuvo alejado de Ella. La muerte le ha sorprendido, y a todos los cofrades malagueños, mientras hacía el Camino de Santiago. Un infarto se lo ha llevado al cielo. No deja de ser irónico que él, que tanto esfuerzo, trabajo y sacrificio puso bajo el varal, haya fallecido subiendo un repecho en León. Picasso se había adelantado a unos cofrades de Fusionadas e iba a reunirse con ellos en Ponferrada. No ha podido ser. La tristeza les invade. A la mayordomía de Exaltación, a la de Lágrimas y Favores (imágenes por las que sentía, más que devoción, auténtica pasión), y por supuesto, al resto de compañeros del ya mítico Submarino de la Esperanza, que él fundó en 1994 junto a Chico Banderas y otros fusionados que llevaban a la Señora del Romero bajo el manto. Siempre a sus pies, ahora la verá cara a cara. Manolo Picasso, cofrade, hombre de trono. Descanse en paz.