Banderas relata "las tradiciones de mi tierra" a través de verdades envueltas "en las historias de los personajes" · "Vengo a la Semana Santa a fundirme con mi gente, a ocultarme detrás de un capirote y a degustar el delicioso sabor del anonimato".
David Azuaga - Málaga Hoy
Pregón de cinco estrellas. Antonio Banderas logró identificar a todos los que de alguna manera sienten y forman parte de la Semana Santa de Málaga. Su pregón reflejó la historia vivida de una serie de personajes reales y a veces enmascarados con algún elemento de ficción que narran sus vivencias. Ésas que sirven para agarrarse y que a más de uno le ha pasado o ha sido testigo. Son personas que vivieron momentos con el corazón en noches "de lunas llenas y pasiones barrocas" donde el cofrade ha sido testigo de todo y las revive "por los estrechos callejones de mis recuerdos". El pregonero habla de la Semana Santa a través de sus ojos de niño que estuvieron cerca de las formas que manifestaron los personajes.
Banderas demostró que el pregón no vale solo decirlo sino cómo decirlo. Sus habilidades interpretativas quedaron patentes en su forma de pregonar: sus gestos con las manos, sus cambios con la voz cuando se metía en la piel de los personajes, el sentimiento a la hora de recitar, que hizo llorar al Cervantes, su acento malagueño que fluye y lo lanza al público arrancando carcajadas. Tampoco pecó de ego, pues aunque se mencionó en varias ocasiones, estaban justificadas, ya que todo lo vivió en primera persona. Fue una especie de guión de cine de sabor malagueño y cofrade.
El pregón no fue el típico de estructura clásica, donde se procede a desgranar a cada hermandad de forma literaria, aunque sí menciona a todas las cofradías ya que narra una historia vivida por una serie de personajes que celebran cada jornada de la Semana Santa a su manera. El texto arranca con el actor subido a un avión en el aeropuerto de Nueva York, delante de unos folios en blanco. Su mujer se sitúa a su lado mientras que su mente está en un laberinto "por el que camino extraviado en busca de algo que yo sé que nunca perdí. Soy como ese hombre que no encuentra las gafas que las lleva puestas". Y es que Banderas, a pesar de su profesión, es cofrade, y tiene que encontrarse dejando "ahí fuera su fantástica cruz, que es Antonio Banderas", como explicó su presentador, Agustín del Castillo. Por eso, el pregonero ayer no fue él, sino que "lo que realmente quiero es ser todos, que vengo a la Semana Santa a fundirme con mi gente, a ocultarme detrás de un capirote y a degustar el delicioso sabor del anonimato".
El primer personaje en aparecer fue don Amadeo, un profesor de Filosofía, del Santo Sepulcro y viudo y que lleva a cabo el típico ritual en la jornada del Domingo de Ramos: "Se levanta temprano (…) cuelga cuidadosamente en uno de sus balcones la palma (…) se enfunda el traje de las grandes ocasiones. Este año estrena camisa y corbata, así no se le caerán las manos". Ya en la jornada del Viernes Santo, don Amadeo se viste con su túnica de terciopelo negra cerca del catafalco del Yacente cuya imagen está llena de significado y resalta sobre todo la palabra perdón. "Cada día se nos ofrecen cantidad de oportunidades para perdonar y no lo hacemos".
Gregorio es el siguiente personaje en aparecer y lo define "como una de esas personas que uno podría pensar que Dios lo trajo al mundo para hacer más grande la Semana Santa". Éste se hizo hombre debajo de un varal y encuentra un espacio para expresar su fe. Portador de Lágrimas y Favores y de la Virgen de la Esperanza, Gregorio es un trabajador duro que carga cajas de pescado en el puerto o sube bombonas de butano. "Su vida es un trono que él carga con la furia de un guerrero y la dignidad que solo proyectan los hombres buenos". Más tarde vuelve a aparecer en el cuento, en el Jueves Santo, en el submarino de la Esperanza y se reúne con sus compañeros. Este personaje está claramente inspirado en Manuel Picasso, amigo de Banderas y compañero en los varales.
Después aparece Pablito, "un chavea muy canijo que lleva colgando un bombo más grande que él". Hijo de Paco y Rosa, éste los pudo convencer para que le compraran un tambor. Finalmente acabó en una banda de música donde lo cambió por el bombo. Se trata de la devoción de un niño hacia una Virgen canalizada a través del instrumento y sueña que en algún momento "esa virgencita, se gire y le devuelva la mirada". Banderas cierra la historia de este niño que recibió de Curro, mayordomo de trono de la Virgen del Mayor Dolor, un martillo de madera que se había ganado, ya que "el sonido de tu bombo nos ha ayudado mucho a mantener el paso toda la noche".
Carmen es tía de Pablito y tiene predilección por su sobrino. Pero hay algo que le puede más que todo, su devoción por el Señor de Málaga. Acude para pedirle por su marido y le sigue de promesa "compartiendo devoción". Banderas resalta el poder devocional del Cautivo y lanza varias preguntas en boca de Carmen: "¿Quién eres? ¿Por qué te quiero tanto? Te quiero porque nos das consuelo, porque nos une y porque eres pueblo Cautivo, eres pueblo como yo".
El pregonero también contó la historia de un cantaor de saetas, Vaquerito, cuya voz estaba "destrozada por el aguardiente". A pesar de ello logra lanzarle una saeta al Cristo de los Gitanos.
Lola y Mariano es la última pareja en salir en las páginas del pregón. Ella perdió la vista lo que supuso "un reto por delante que aceptó sin rechistar". Hermana de Fusionadas, siente especial devoción por el Cristo de Ánimas de Ciegos. También aparecen en esta historia el párroco, don Isidro, el hermano mayor de la corporación, Eduardo Rosell o la saetera Diana Navarro. Lola representa a la cofrade solidaria "comprometida con su tiempo y con el mundo violento e injusto que le ha tocado vivir" e insiste en que las cofradías pongan en práctica el mensaje de Jesús. ¿Lo hacen hoy las cofradías? Quizá Banderas quiere recordar que el pilar de la caridad, ese que a veces se descuida, debe ser el más destacado pero con hechos. A través de Lola, el pregonero deja caer la unión que hace posible la Semana Santa porque "nos hace pueblo durante siete días y eso nos hace encontrarnos a nosotros mismos". Banderas recuerda a su padre y cómo él y su hermano le dedican a su memoria las 116 levantadas del trono de la Esperanza, para luego fundirse en un abrazo ambos.
El final fue de lo mejor. Salieron a escena un niño con una bola de cera y un nazareno de Lágrimas. "¿Dónde estoy yo? Creo que ya sé donde estoy. -dirigiéndose al niño- Creo que ya sé quién eres. Yo soy tú y tú eres todos". Además recordó "las raíces de lo que somos. Una comunidad que decidió hace mucho tiempo que esa identidad y esas raíces no se imponen, se comparten".
Una imagen de la Virgen de Lágrimas y Favores se proyectó en el escenario, momento en el que Banderas le recitó un poema. Además tuvo palabras para resaltar a la niña de San Juan y darle un regalo: "Un hombre anacrónico y quizá contradictorio que batalla con sus propias paradojas (…) y que lucha por quitarse la careta de los miedos".
También tuvo palabras para referirse a la Semana Santa como una industria "que da de comer a miles de familias, no solo en los límites de nuestra provincia sino en toda Andalucía. Esta industria da mucho más de lo que recibe". El pregón ya está dicho ahora quedaría verlo en la gran pantalla. ¿Por qué no?